Siempre les hablo sobre lo mucho que me cuesta encontrar tiempo. El día no me alcanza, me cuestiono, sobre todo cuando se pasa la hora justa para hacer o decir algo. Pero hay cosas que valen la pena decir incluso cuando el momento ya pasó. Y por eso hoy me gustaría decirles algo sobre del Día del Trabajador. Si hablamos de frases cliché hay muchas que se pueden enumerar. Y hay una que justamente viene al caso: “El trabajo dignifica”.
En mi caso particular, todos los días me levanto con ganas de ir a trabajar. Créanme que arranco temprano y que muchas veces cuesta, pero me considero un afortunado. Lamentablemente sé también que, muchas veces, las desigualdades, la falta de oportunidades o esa cuota de suerte que nunca parece llegar pueden hacer que el camino se haga más cuesta arriba y que uno tenga ganas de bajar los brazos. Es en ese momento en que hay que insistir con más ganas, con más esfuerzo y con más dedicación para lograr los sueños. Se los digo yo, que nunca tuve nada servido.
Es por eso que me gustaría rearmar la frase: si bien está claro que el trabajo dignifica, también lo hace el esfuerzo. Para triunfar en el trabajo, como en la vida, lo importante no es llegar primero. Para triunfar simplemente hay que llegar. Y para llegar hay que seguir adelante, sin flaquear, soportando y a la vez superando las interrupciones y cortocircuitos. Cuantas veces haga falta. Así de fácil, así de difícil.
Alguna vez leí que hay tres simples reglas en la vida:
- Si no luchas por lo que quieres, nunca lo tendrás
- Si no preguntas, la respuesta siempre será “no”
- Si no tomas riesgos, siempre estarás en el mismo lugar
No te quedes. Siempre hay que avanzar, porque quien sigue luchando, recibirá recompensa…
Te lo dice un amigo.