La vida es ya. Sí, la vida es ya, es ahora. Es justo el sonido de la aguja moviéndose en tu reloj, el parpadeo de tus pestañas y hasta el sonido del silencio cuando te olvidas de las palabras. La vida es ya, es ahora.
Porque si fuera después, amigo mío, la vida no llegaría nunca. Y es que, tal vez por error, nos creímos en la obligación de correr tras ella, de perseguirla. Pero, en realidad, si nos damos vuelta, nos damos cuenta de que la vida va con la lengua afuera, tratando de alcanzarnos siempre. Lo hace para que entendamos lo más importante: ya nos habíamos encontrado con ella.
¿Viste que nos inscribimos en una carrera, en esa maratón casi eterna, donde la meta estaba en la salida? Donde el primer premio era la libertad. La libertad de quien entiende que no siempre será mejor después. Y, cuando lo comprendamos, nos daremos cuenta de que la vida es inaplazable, que lo único que con seguridad no podremos repetir es este momento, estas mismas circunstancias.
Esto no se repite. Esto que escuchas ahora se lo lleva el viento, pero queda en tu cerebro. Son instantes de un solo uso que terminan justo cuando dejan de pronunciarse.
La idea es que despertemos. Tantas veces nos vendieron sueños que hipotecaron nuestro presente, que los sentidos dejaron de percibirlo. Porque, mientras sigamos pensando en “después haré esto” o “después lo otro”, nos estaremos despidiendo… no del tiempo, sino de la vida.
No hay mejor momento que este para estar, para ser, para sentir. Puede que no sea el mejor momento, pero seguro será irrepetible. Y quizá, justo en uno de estos instantes en los que solo estás sintiendo, vivas uno de los mejores momentos de tu vida.
A lo mejor hoy es el mejor momento de tu vida. Ahora. Y, ¿sabes? Aquello que se dice sobre las expectativas… No me juego estas palabras a que coincidirá con alguno de los días marcados en tu calendario. Pero, tal vez, hoy sea ese día. Disfrútalo.
Te lo dice un amigo.
