Separarse es un proceso muy difícil, ya que implica readaptarse a una nueva vida sin pareja. Y por supuesto que es muy duro, porque luego de una ruptura, debo aceptar y asumir que el proyecto de vida que tenía ya no existe más y, por lo tanto, debo enfrentar mi nueva realidad. Por ello, es importante prestar atención a la autoestima para no caer en comparaciones y creer que no puedo ser feliz estando solo.
Es muy común, al terminar una relación, que vea por la calle o en redes sociales a más parejitas tomadas de la mano mostrando su amor, lo que me lleva a compararme y sentirme mal por eso que me falta. Ahora bien, si me enfoco en mi autoestima, este proceso de recuperación y reconstrucción puede ser mucho más positivo y llevadero.
Una vez atravesado el proceso de duelo en todas sus etapas y el tiempo que sea necesario para cada uno, debo comenzar a pensar en mí, en mis proyectos personales, en esos aspectos que deseo mejorar de mi persona y, sobre todo, en volver a darme el valor que perdí. ¿Qué quiero tener en mi vida de ahora en adelante?, ¿Cómo me veo a mí mismo?.
Uno de los pasos necesarios para reconstruir mi autoestima es conectar conmigo mismo, es decir, prestarme atención, escucharme y atender mis necesidades personales. Satisfacer mis necesidades me da seguridad, me hace sentir protegido y escuchado. En momentos así, practicar el autoconocimiento es la clave para saber cómo me veo a mí mismo, qué aspectos quiero mejorar y cuáles son mis fortalezas. No se trata solo de buscar los aspectos positivos, sino también de ver en qué debo cambiar para mejorar como persona y en mis futuras relaciones.
Recuerdo que algunos años atrás, luego de una ruptura y pasado el duelo por ese vínculo, decidí dedicarme al cien por ciento a mi autoconocimiento, para reconstruir mi autoestima, para mejorar como persona y para realmente comenzar a disfrutar de la soledad; no solo para tener una relación más sana conmigo misma, sino también para construir a futuro vínculos más saludables y dejar de repetir patrones que me llevaban siempre a los mismos lugares. Empecé a priorizarme y valorarme, pues de esa forma también comenzarían a respetarme. Tenía la certeza de que nadie iba a poder colmar mis vacíos más que yo misma.

En muchos de esos momentos a solas, reflexionaba sobre qué cambios quería hacer, qué cosas no me gustaban de mí, qué amigos y actividades ya no resonaban conmigo misma, y tomé todas mis fortalezas para poder hacerle frente a esas debilidades. Fue un año de mucha conexión espiritual, de valorar realmente lo que importa en la vida y dejar atrás viejas dinámicas que siempre me llevaban a los mismos lugares. Pasé más tiempo a solas y disfruté de esos momentos conmigo misma, sin la necesidad de ver a otras personas o salir de fiesta. Inevitablemente, ese «párate» me trajo muchos cambios positivos. Al sentirme mejor, comenzaron a surgir posibilidades laborales más acordes a lo que deseaba, mi entorno mejoró notablemente, sostuve los vínculos que me aportaban, sané la relación con mis padres, comencé a materializar un viaje que quería hacer hacía mucho tiempo y para el que no me animaba, y la vida comenzó a tener otro sentido. Con esa nueva vida llegó un nuevo amor, un amor sano, que celebro todos los días. Hoy puedo decir que dedicar un tiempo de conexión conmigo misma, luego de atravesar el duelo por aquella relación, me hizo más fuerte, porque empleé mi energía en reconstruirme en todos los aspectos y comencé a proyectar la vida que soñaba.
En conclusión, la aceptación y el disfrute de la propia soledad es un punto de partida para reconstruir nuestra autoestima, y para elegir a futuro una pareja que realmente me merezca.
Sentirnos bien con nosotros mismos, nos permite elegir de una manera libre y sin urgencias.