Es como un sube y baja, ¿no? A veces están bien, a veces están mal. A veces te escuchan, a veces no.
Hoy, por ejemplo, mi mamá no me escuchaba; estaba enojada. Y yo no podía evitar pensar: “Pucha…”.
Cuando la veía repetir cosas, una y otra vez, me acordaba de mi papá. Me pasaba lo mismo con él. Te empiezan a contar siempre la misma historia. Y uno piensa: “Otra vez con lo mismo.” Ahora, después de tantos años, me digo: “Cómo me arrepiento de haber pensado así…”
Al adulto mayor hay que dejarlo hablar. Porque tienen su pasado, su verdad, su belleza. Tomate ese tiempo para escucharlos. Y si en algún momento discutís, dejalos ganar. Porque necesitan sentirse seguros de sí mismos.
Y si te cuentan la misma historia una y otra vez, dejalos. Sé feliz de poder escucharlos. Porque cuando pase el tiempo, los vas a extrañar… como los extraño yo.
Dejémoslos envejecer en paz. Con el mismo amor paciente con el que nos vieron crecer cuando éramos chicos. Porque todo es parte de la naturaleza.
Abracémoslos, besémoslos, escuchemos aunque repitan siempre lo mismo. Está buenísimo. Aprovéchenlos ustedes, que todavía los tienen bien, sanos, vivos.
Dejémoslos vivir. Porque amaron, porque nos protegieron, porque nos cuidaron.
Y si vas a comer, o a algún lado, y los podés llevar, hacelo. Lleválos a pasear, aunque a veces no entiendan todo. Porque después, cuando ya no estén, te vas a arrepentir.
Te lo dice un amigo.