Un grupo de investigación en Berlín analizó por qué la gente se siente más liviana emocionalmente después de una noche de fiesta.
¿El resultado? Bailar hasta el amanecer activa los mismos mecanismos psicológicos que una sesión de terapia: liberación, reflexión y reconexión.
Horas de música y movimiento reducen el “ruido mental” interno, dejando espacio para la claridad y la confianza.

No son solo los beats: son las charlas de las 3 a.m., las risas, ese reinicio colectivo cuando todos se olvidan de sus problemas por un rato.
Por eso muchos llaman a la pista de baile su santuario.







