jueves, noviembre 13, 2025
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¿Cómo se pierde la vida?

Un nene le pregunta a su abuelo: 

—Abuelo, ¿cómo se pierde la vida? 

El abuelo sonríe, piensa un momento y responde: 

—La vida se puede perder de muchas maneras, hijo. Y casi nunca nos damos cuenta. 

Se pierde, por ejemplo, cuando uno quiere vivir la vida de los demás en lugar de la propia. Cuando pasás el día mirando lo que hacen otros, comparándote, opinando, en vez de ocuparte de tu propio camino. Así, sin notarlo, vas dejando que tu vida se te escape. 

También se pierde —sigue el abuelo— cuando dedicás tu energía a criticar los errores ajenos en vez de mejorar los tuyos. Vivimos pendientes de cómo se viste el otro, de qué hace, qué deja de hacer… y nos olvidamos de crecer nosotros. Muchos pierden la suya mirando la de los demás. 

La vida también se pierde cuando uno se queda atrapado en el lamento por los fracasos. En lugar de aprender y seguir adelante, se elige la queja. Pienso —dice el abuelo— en ese pibe que erró un penal, pero cuatro minutos después metió un gol. Si se hubiera quedado lamentando el error, no habría tenido su revancha. La vida siempre da segundas oportunidades, pero hay que animarse a seguir pateando. 

Y claro, también se pierde cuando te la pasás envidiando a otros, en vez de trabajar por superarte. La envidia es el impuesto que algunos pagan por tener éxito. Si estás ocupado mirando al costado, nunca vas a ver tu propio horizonte. 

La vida se desgasta, además, cuando solo ves lo negativo. Cuando todo te molesta, todo te pesa, y dejás de disfrutar un atardecer, un abrazo, un café compartido. Ser feliz no es negar lo malo, sino no olvidar lo bueno. 

El abuelo hace una pausa y concluye: 

—La vida no se pierde cuando dejás de respirar. Se pierde mucho antes, cuando dejás de ser feliz. 

Y el nene, en silencio, entiende que el secreto no está en durar, sino en vivir. 

Te lo dice un amigo.

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