Estamos empezando un nuevo año y tengo esta carta para vos, vida. Es una carta agradecimiento.
Gracias, vida, por enseñarme a agradecer todo aquello que tengo y que no se puede comprar con plata, ¿no? Gracias por enseñarme a cuidar de mí y a sentir mi vulnerabilidad, especialmente este año.
Gracias, vida, por enseñarme a mirar la frustración que a veces me asalta y me paraliza a la vez; que me sacude para volver a reinventarme y comenzar de nuevo.
Gracias, vida, por quitarme poco a poco las máscaras que me fui poniendo hasta llegar a un punto de no reconocerme. Gracias por mostrarme esa sombra maravillosa a la que muchos años le escapé, por miedo a enfrentarla. Gracias por enseñarme a bailar con mi luz y con mi sombra, en la sombra y en la luz.
Gracias, vida, por mostrarme que al sanar también sana mi entorno. Por enseñarme a tener el valor de elegir, ponerme límites… ¿qué difícil, no? Gracias por reencontrarme con mi yo compasivo, para desde ahí, desde ese lugar, sentir que soy vulnerable y soltar aquello que no me pertenece. No es fácil.
Gracias por mostrarme que, cuando me conecto conmigo, me conecto con mis semejantes. Gracias, vida, por enseñarme que justamente tengo a los viejos a los que le debo primero la vida y mucho de lo que soy, además de reconocerlos como mis grandes maestros de la vida.
Y qué decir del amor, ¿no? Gracias, vida, porque a pesar de tantos caminos rocosos, con piedras, confusos, me mostraste que existe el amor genuino. Gracias por mostrarme que detrás de esa transición que a veces pasamos, siempre hay una gran bendición. Gracias por recordarme que el perdón es una llave universal.
Gracias, vida. No te me vayas, que aún tengo muchos sueños que cumplir, muchas personas por conocer y muchos lugares por visitar. Muchos trabajos que hacer, experiencias por trascender y tantas cosas por descubrir. Eso sí, quiero aprender en amor, quiero aprender en paz, en armonía y en gozo.
Te lo dice un amigo.
