Si prestamos atención, nuestros días están llenos de momentos especiales. Les cuento uno que me pasó el otro día en la radio.
Nos vamos a la tanda. Aprovecho esos minutos de descanso para salir al balcón de La 100. Veo a la gente disfrutar de su día libre. Muchos van de la mano. Otros pasean a sus mascotas. Dos abuelos enamorados caminan despacio. Me gustó. Lo añoré.
De pronto me di vuelta y me encontré reflejado en el vidrio de la ventana. Saqué el celu, capturé ese momento para siempre y seguí contemplando el atardecer en la Ciudad, en silencio. Hasta que desde adentro me gritaron “¡aire!”. Y volví al estudio. Había que seguir trabajando.
¿Qué tuvo ese momento de especial? Nada. Y a la vez todo. Esos cortos minutos de parar a observar sin más fueron un cable a tierra. Una forma de tomar conciencia y disfrutar de las pequeñas cosas.
A veces está bueno parar la pelota unos segundos, mirar donde estamos parados, ver el camino recorrido y seguir avanzando a paso firme. Probalo, después me contás.
Te lo dice un amigo.