lunes, abril 28, 2025
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Locuras que valen la pena

Hola, amigos. Les quiero contar una historia. Don Ernesto era un anciano que pasaba las tardes sentado en la plaza, siempre con una sonrisa. Los nenes jugaban corriendo a su alrededor y los jóvenes se acercaban para escuchar sus relatos, llenos de experiencias vividas y anécdotas fascinantes. 

Un día, un chico curioso le preguntó: 

—Don Ernesto, ¿por qué siempre está tan contento? 

El anciano rió con ternura y respondió: 

—Porque cuando era joven hice locuras que hoy me regalan recuerdos. Y esos recuerdos me dibujan sonrisas. 

Entonces, comenzó a contarles algunas de sus historias: cómo había viajado en auto con amigos sin rumbo fijo, cómo se había puesto a cantar en una plaza bajo la lluvia sin preocuparse por lo que dirían los demás, cómo se había atrevido a declararle su amor a la mujer que hoy era su esposa. Les habló de los acantilados de los que había saltado, de las noches en las que bailó hasta el amanecer, de los errores que cometió y que, con el tiempo, se convirtieron en anécdotas. 

—¿Y nunca se arrepintió de todas esas locuras? —preguntó el joven. 

—Por supuesto que sí —admitió Don Ernesto—, pero ¿sabes qué aprendí? Que en la vida lo que más pesa no es lo que hiciste, sino lo que nunca te animaste a hacer. 

Hizo una pausa y, con la mirada brillante, agregó: 

—Hoy, cuando cierro los ojos, veo un desfile de momentos que me hacen sonreír. Por eso, muchacho, anímate. No pienses tanto. Si quieres bailar, baila, aunque seas un patadura. Si quieres cantar, canta, aunque desafines. No dejes que nada ni nadie te impida hacer lo que realmente deseas.  

Te lo dice un amigo. 

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