Para vivir de verdad, para cumplir los sueños, se necesita algo más que ganas: se necesita coraje. Coraje para animarse a ser, para dar ese paso que nos puede llevar a descubrir una nueva versión de nosotros mismos. Es como la semilla. Ahí está, intacta y segura en su cáscara, igual que cualquier otra, con las mismas propiedades. Sin embargo, solo aquellas semillas que se animan a romper esa cáscara tienen la posibilidad de lanzarse a la aventura de la vida y renacer.
Y así estamos nosotros, a veces atrapados en una cáscara que, aunque nos da seguridad, también nos impide crecer. Tal vez, en este momento, te estés preguntando si es momento de hacer un cambio. Quizás tenés una oportunidad frente a vos, una oferta, esa posibilidad de ser o hacer otra cosa. Sabés que es una aventura, un camino lleno de incertidumbre, y eso te exige una cuota de osadía que no todos se animan a desplegar.
Pero la vida no es algo que podamos vivir a través de las experiencias de los otros. Podés escuchar lo que otros digan, podés aprender de sus consejos, pero la experiencia ajena nunca va a sustituir la tuya. Porque lo que está en juego, en última instancia, es tu propio descubrimiento. Es tomar tus decisiones, equivocarte, acertar, volver a intentar. Ese es el verdadero crecimiento.
A veces nos cuesta, ¿no? Nos ponemos a pensar: “¿Y si no sale bien? ¿Y si me arrepiento?” Pero lo cierto es que las decisiones importantes de la vida pocas veces vienen sin dudas ni miedos. El coraje, entonces, es animarse a avanzar con todo eso a cuestas, abrazando la posibilidad de que ese cambio sea el salto que nos lleve a una vida más plena y auténtica.
Y no se trata de desoír a quienes nos rodean, a quienes queremos y que, con buena intención, nos aconsejan. Es valioso escucharlos. Pero nunca deberíamos dejar que sus temores o expectativas nos encasillen en una vida que no es la que soñamos. La valentía de romper la cáscara es también la valentía de poner en pausa el ruido externo y conectar con eso que realmente queremos.
Así que, ¿qué estás esperando? Que no te frene la idea de fallar. Recordá: no hay error en intentar, en aprender, en animarse. A veces, el simple hecho de dar ese paso ya es la mayor victoria, porque es la confirmación de que estás apostando por tu propio camino.
Te lo dice un amigo.