¡Hola, amigos! Les escribo desde lejos, mientras disfruto con familia y amigos de unas necesarias y divertidas vacaciones. La ocasión lo amerita porque ayer, hace 35 años, con Bochi nos vimos por primera vez y nos empezamos a conocer.
Aquel primer día en la fila de un boliche de Adrogué nos dimos la mano y nunca más nos soltamos. Juntos formamos una hermosa familia. Aprendimos durante el camino. Nos equivocamos, nos reímos, lloramos y nos acompañamos. Y hoy tenemos la bendición de poder disfrutar este aniversario viajando juntos, a pesar del paso del tiempo, a pesar que nuestros hijos ya sean grandes.
Cuando estamos juntos parece que el tiempo no pasa. O a lo mejor queremos que se detenga. No lo sé. Soy un agradecido a la vida de que esto pase.
Soy un tipo que disfruta mucho del amor de la familia. Y no puede vivir sin ellos. Mis afectos son mis raíces, los hilos por los que me nutro para seguir. Y son la tierra firme sobre la que me sostengo cada día.
¿Y qué decir de Bochi? Ella es todo para mí. Si bien durante el año cada uno está en la suya, con sus actividades y responsabilidades, cuando podemos nos abrazamos interminablemente, nos reímos de cualquier cosa. Porque cuando la veo a ella sonreír me demuestra que todos los obstáculos se pueden superar.
Son muchos años de dedicación a la familia. Elegirnos cada día, de eso se trata. Juntos vale la pena.
Te lo dice un amigo.