En la madrugada del 16 de octubre de 1908, nuestra ciudad se encontró con uno de esos eventos lamentables, pero que ninguna comunidad, en ningún país ni en ninguna época, pudo evitar: un incendio.
Aquella noche, el fuego arrasó con un importante almacén ubicado en la esquina de la actual avenida Hipólito Yrigoyen y Loria. Lo importante de esa fecha no fue el siniestro en sí, que ni siquiera dejó heridos (sólo una pérdida económica para los dueños de local); sino la conclusión a la que se llegó: Lomas de Zamora necesitaba urgente un cuerpo de bomberos.
El incendio en el almacén de la familia Ferrari, sumado a otro suceso similar en la quinta Las Tres Marías, empujó a muchos vecinos a imitar a lo que sucedía simultáneamente en muchos otros pueblos de la zona.
En esa época, claro, ya existían cuarteles en los barrios de La Boca, Avellaneda y Ensenada. Los primeros impulsos para levantarlo en Lomas fueron del comisario Modesto Benavidez, pero fracasaron por los problemas económicos, hasta que comenzó en Banfield un fuerte movimiento vecinal que finalmente logró concretar la iniciativa.
Los hermanos Ritchie, quienes tenían en Capital Federal una empresa importadora de materiales para la lucha contra el fuego, dieron el impulso más importante al ofrecer equipamiento con muchas facilidades de pago.
El 14 de noviembre de 1909, en el local El Tívoli de Banfield, finalmente se reunió por primera vez una comisión de vecinos para levantar las bases de la entidad en Lomas. Ese día se realizó la prueba de una bomba de incendio en forma exitosa, lo que causó la alegría y el entusiasmo de la gente y de jóvenes voluntarios dispuestos a integrar la planta de bomberos.
Dos meses después, el 10 de enero de 1910, se levó a cabo la asamblea fundacional de la Sociedad de Bomberos Voluntarios de Lomas de Zamora, en la que se aprobaron los estatutos y quedó formalmente conformada la primera Comisión Directiva. El primer local funcionó en la cochería Leguizamón, luego en Boedo 453, más tarde en Laprida 640 y recién en 1926 en la actual dirección de Saavedra 28.