viernes, noviembre 14, 2025
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¿La felicidad es algo consumible?

¿Qué es la felicidad? El filósofo español José Carlos Ruiz, en su libro El arte de pensar (2023), reflexiona al respecto y plantea que hoy vivimos condenados a ser felices, a vivir experiencias que nos aseguran una  felicidad checklisteable y consumible.

Hace poco, a raíz del cumpleaños de mi hijo menor, me hacía estas preguntas y pensaba que, tal vez, una forma de reconocer a la felicidad es cuando miramos hacia atrás, sonreímos, tal vez con lágrimas en los ojos, y nos sentimos orgullosos por las decisiones que tomamos y por lo que hicimos. Es una sensación de serenidad que viene acompañada de la reflexión que involucra los afectos que sentimos por quienes nos rodean. 

La felicidad quizá sea una de las palabras más banalizadas en nuestro vocabulario, ya que últimamente, bajo la consigna imperativa de “hacé lo que te haga feliz”, se nos conmina a hacer cosas para lograr eso que se ha vuelto cosificable y aprehensible. ¿Y cuál sería la consecuencia de este pensar? Porque este imperativo de la felicidad tiene una connotación emocional, y las emociones tienen una caducidad inmediata, es decir, que tienen una duración directamente relacionada con una vivencia. Allí se activan una serie de cadenas de producción de hormonas específicas que, cuando se retiran, pueden dejar lugar a una sensación de abandono que arrastre hasta la depresión. ¿Y cómo “se cura” eso? Con otras emociones generadas, a su vez, por nuevas experiencias que nos harán sentir nuevamente la maquinaria del consumo emocional que pone en funcionamiento esa oferta y demanda. Demás está decir que, cuando algo se consume, hay un negocio atrás. 

Para Ruiz, el punto pasa por si se es feliz o si uno se siente feliz. Si la felicidad pasa por el registro fugaz de lo emotivo o bien es producto de la satisfacción a la que se llega luego de una sesuda reflexión, donde también aparece el otro… Y aún más, me atrevo a asegurar que no existen muchas chances de ser feliz si a nuestro alrededor invade la tristeza y la desgracia. El otro es vital para la felicidad. Pero en el caso de la felicidad consumible, esta sólo se posiciona en el Yo, un yo egoísta.

Pareciera que el mandato autoimpositovo del “yo puedo”, develado por el filósofo surcoreano Byung Chul Han en su ensayo La sociedad del cansancio (2015), nos impulsa frenéticamente a buscar una felicidad que esté al alcance de la mano, para generar esas postales tan felices como instagrameables. El profesor Ruiz asegura que “estamos castigados de por vida a inyectarnos esa felicidad postiza”, pero lo que terminamos consumiendo es una ilusión cuyo efecto se desvanece pronto y el fantasma de la depresión que está al acecho, se ahuyenta con dosis de ansiolíticos y toda una farmacología ad hoc. Y como podemos apreciar, si en la venta de paquetes de felicidad consumible hay empresas que facturan, en la contracara de la felicidad, para sostener un estado mental de ficticio optimismo, también encontramos empresas que siguen haciendo negocios. 

Psicólogo y escritor rosarino. Autor del libro Los príncipes azules destiñen – Supervivencia masculina en tiempos de deconstrucción (Galáctica Ediciones, 2023).
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