Hola, amigos. Hace unos días volvimos de las vacaciones. Ustedes saben que me voy siempre que tengo una oportunidad y se los muestro en las redes sociales con total transparencia, porque me gusta compartir mis alegrías con ustedes y sé que muchos realmente lo aprecian.
Más allá de lo atractivo de conocer nuevos destinos, lo más lindo fue poder disfrutar con Bochi y con Guillermo (el “Chino”) y Cristina, nuestra pareja de amigos.
El Chino Ressi es un amigo de toda la vida. Estamos juntos desde los 12 años. Nos conocimos en el primer año de la secundaria, en el ENAM de Banfield, y nos convertimos en amigos inseparables.
Desde hace 46 años somos apasionados por coleccionar peces, de la gimnasia artística y de la náutica (él sabe; yo intento…). No había gimnasio en esa época, pero nosotros desde los 16 ya hacíamos complementos en mi casa con las mancuernas de mi papá. Trotábamos y después nos despachábamos con una docena de facturas… Pasamos el colegio, salidas nocturnas, decenas de viajes; algunos incluso a dedo… Seguimos trotando cada tarde en Lomas. Barrenamos en Mardel y Mar de Ajó. En el río.
Formamos nuestras familias, pero la unión no se rompió: fuimos testigos de nuestros casamientos. Él me eligió como padrino de su hija Milagros y yo a él como padrino de Mica. Es más que un amigo; es el hermano que elegí tener.
Tal vez no nos veamos mucho por la distancia, y quizás por mi exceso de trabajo. Pero el Chino siempre está. Hoy seguimos disfrutando de nuestra amistad de toda una vida y haciendo las mismas payasadas que cuando éramos chicos.
Tantas historias; tanta vida. Y seguimos haciendo camino al andar. Otras vacaciones más divirtiéndonos. Aprendiendo. Juntos siempre, en las buenas y en las malas.
Al Chino no le gusta usar WhatsApp ni Instagram. Vive su vida como todos, pero les aseguro que la disfruta mucho más. Yo voy tras su enseñanza.
Te lo dice un amigo.
