Hola de nuevo, amigos de La Unión. ¡Cómo pasa el tiempo! Entre el cambio de gobierno, las nuevas medidas económicas y el primer aniversario de Argentina campeón del mundo, diciembre parece haber avanzado mucho más rápido de lo habitual: sí, ya llega la Navidad y el 2023 se nos escurre entre las manos.
Con Año Nuevo y enero a la vuelta de la esquina, muchos tienen en el horizonte la época más esperada: las vacaciones de verano. Será -cuándo no- una temporada complicada para el bolsillo, con una inflación altísima y los precios desbocados. En este contexto, irse al exterior parece quedar reservado para quienes están en una situación económica más holgada. La mayoría, como de costumbre, se irá a la Costa Atlántica; y los más aventureros se inclinarán por la Patagonia, el Norte o las Cataratas del Iguazú. ¿Lomas de Zamora? Para los que no llegan a fin de mes o los que prefieren vacacionar en temporada baja, pensarán ustedes…
¿Y si les digo que esto no siempre fue así? Aunque parezca mentira, cien años atrás, nuestro municipio era un lugar de descanso elegido por miles de argentinos.
A comienzos del siglo XX, la precariedad de los caminos y la falta de medios de transporte eran una realidad ineludible en la sociedad argentina. Los porteños que pertenecían a la pudiente aristocracia podían darse el lujo de irse a la entonces pujante y distinguida Mar del Plata, pero muchos de los otros ciudadanos que no contaban con esa suerte se tenían que conformar con destinos más accesibles. Y uno de los más populares era el sur del Gran Buenos Aires. Claro que en esa época nuestro partido no era parte de la inmensa metrópoli a la que pertenece hoy en día, y las quintas con enormes terrenos suponían una muy buena opción para escaparse.
Aunque Lomas no tenía mar, arena ni elegantes chalets como La Feliz, sí contaba con amplias casonas y enormes parques llenos de árboles frutales. En muchas quintas, cuentan los libros de la época, era frecuente ver almendros, castaños, citrus, nogales, uva, pera, granado y limoneros. En los lotes sureños también se sembraba papa, batata, maíz y maní. A la hora de la siesta, los hijos de los visitantes aprovechaban para buscar los frutos de los ciruelos y los duraznos y así disfrutar de una merienda riquísima poner un peso. Al atardecer, cuando el calor aflojaba, los pibes salían a correr por los interminables terrenos verdes en busca de algún arroyo. Mucha tranquilidad…
Con el correr de los años y el imparable crecimiento urbanístico que sufrió la Provincia de Buenos Aires producto de la inmigración, aquellos terrenos vírgenes se transformaron en los barrios que recorremos todos los días y, por supuesto, Lomas dejó de ser una opción para vacacionar. ¡Feliz Navidad, amigos! Hasta la semana que viene.
Artículo publicado en el diario La Unión de Lomas de Zamora.-