Soy un afortunado. Mi trabajo, además de apasionarme, de vez en cuando me permite darme un gustito y conocer lugares increíbles. Con Bochi nos vinimos a pasar unos días a Salta como parte de los festejos por nuestros 30 años juntos.
Salta es tan linda que enamora. Visité muchas veces la ciudad, pero nunca a descansar. Siempre con un micrófono en la mano: trabajo, trabajo y más trabajo. Como anticipé en mi libro “Parar”, a veces es necesario bajar un cambio para disfrutar.
El reencuentro con los mozos, con cada salteño y con cada turista me llena el alma. Su cariño significa haber hecho las cosas bien, con honestidad. Tengo el corazón pleno.
En esta escapada pudimos recorrer también la ruta camino a Cafayate. Bochi retrata cada instante. Es muy difícil poder poner en palabras la magnitud de la belleza natural de nuestra tierra. La imagen de la Quebrada de las Conchas, la Garganta del Diablo o el Anfiteatro natural es tan elocuente que nos deja perplejos, en silencio. Todo es majestuoso. Cada rincón de nuestro país merece ser contemplado, agradeciendo a la vida por el disfrute.
Vivimos a mil todo el año, de un lado para el otro, sin tiempo, apurados, preocupados… De vez en cuando está bien parar la pelota, no sólo para darle un descanso a la cabeza sino para conectarse con los afectos.
Soy un tipo que disfruta mucho del amor de la familia. Por suerte conseguimos tener una tregua necesaria y pudimos disfrutar una escapada más juntos.
Te lo quería contar.
