Hay personas que no buscan paz: buscan un lugar donde descargar su propio caos. Y si no estamos atentos, ese caos termina cayendo sobre nosotros. Por eso, el primer acto de autocuidado es simple pero esencial: no permitir que otros usen nuestra vida como un tacho donde tirar su basura emocional.
A veces empieza de manera casi imperceptible. Un comentario venenoso, un chisme disfrazado de preocupación, un problema ajeno que se instala como si fuera nuestro. Y cuando queremos acordarnos, estamos agotados sin entender del todo por qué: el corazón pesado, la mente saturada, el ánimo torcido. La explicación suele ser esa: alguien dejó en nosotros lo que no sabía gestionar en su propia vida.
Por eso es tan importante aprender a poner límites. No desde la agresión, sino desde la claridad. Cerrar la puerta con respeto, pero también con firmeza. Recordarnos que no todo lo que llega merece quedarse; que cada historia que escuchamos no tiene por qué ocupar un lugar en nuestra cabeza. Si no hacemos ese filtro, terminamos atrapados en conflictos que no nos pertenecen.
Vivimos rodeados de gente que habla de los demás como si fuera un deporte. Lo vemos todos los días. Y muchas veces, quienes más señalan hacia afuera son quienes menos se animan a mirarse hacia adentro. Ese círculo de chismes, quejas y energía pesada es un drenaje constante: nos resta, nos apaga, nos desconecta de lo mejor que tenemos.
Por eso, la elección del entorno es clave. Hay que rodearse de personas que inspiren, que aporten, que nos den equilibrio. Al final, lo que escuchamos, lo que aceptamos y lo que permitimos se vuelve parte de nosotros. Nuestra energía es moldeada por aquello a lo que le damos espacio.
Cuidemos nuestra paz como se cuida algo frágil y valioso. Protejámonos de culpas prestadas y de problemas que no nos corresponden. Aferrémonos a lo que suma y dejemos ir lo que nos pesa. Porque cargar lo ajeno solo complica el camino y nos aleja de quienes queremos ser.
Tu energía es tu casa. No dejes que cualquiera entre con los zapatos sucios.
Te lo dice un amigo.






