Imagínate que vas caminando con una taza de café, de repente alguien pasa, te empuja y hace que el café se derrame por todas partes.
¿Por qué se derramó el café? Bueno, lo natural sería decir que porque alguien te empujó. Pero es una respuesta es equivocada. En realidad, se derramó el café porque tenías café en la taza. Si hubieras tenido té, se habría derramado té. Lo que tengas en la taza es lo que se va a derramar.
Por eso, cuando la vida te sacuda (que seguro va a pasar, porque a todos nos golpea fuerte), lo que sea que tengas adentro tuyo es lo que se va a derramar.
Uno puede ir por la vida fingiendo que la taza está llena de virtudes, pero cuando la vida te empuje vas a derramar lo que verdaderamente tengas en tu interior. Y si no tenés virtud, no vas a derramar virtud.
Es ahí cuando sale la verdad a la luz. Y es ahí cuando tenés que preguntarte qué hay en tu taza. Cuando la vida se ponga dura, cuando la vida te golpee fuerte, ¿qué es lo que vas a derramar? ¿Alegría, agradecimiento, paz, humildad y coraje? ¿O tristeza, amargura, rencor y debilidad?
Vos, yo, todos nosotros elegimos qué tener en nuestra taza. Sería bueno que en nuestra taza llevemos gratitud. Que llevemos perdón, que llevemos alegría, sonrisas, palabras positivas, palabras amables… Que tengamos generosidad y amor para el prójimo.
La vida nos va a sacudir muchas más veces de la que nos podemos imaginar; y la taza se va a derramar. Pero nosotros somos responsables de lo que lleve adentro. Así que llenemos nuestra taza con cosas lindas: cuando se derrame, las personas podrán tomar de allí nuestra virtud y nuestro líquido emocional más valioso.
Te lo dicen un amigo.