jueves, abril 18, 2024
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Educación sin género ni número: Cuando la diversidad en la escuela es un valor y no un condicionante

Si nos queremos posicionar en el tema de la atención a la diversidad en las escuelas implica desde ya proponer un proceso reflexivo y de transformación institucional que requiere de múltiples variables a tener en cuenta. El tema se encuentra en el escenario de debate de las principales transformaciones educativas que se llevan a cabo en diferentes países del mundo y probablemente uno de los mayores desafíos sea encontrar estrategias de abordaje que permitan ubicar al alumno como centro y aggiornar el rol del adulto y del docente a las necesidades actuales.

Promover espacios de aprendizaje que brinden autonomía y oportunidades de desarrollo personal nos llevan cada vez más a pensar en una escuela más abierta, flexible, crítica y pluralista, un espacio donde cada niño y joven se puede desarrollar, potenciar y formar de diversas maneras para lo cual es relevante avanzar hacia un modelo de escuela en el que los alumnos no necesiten aprender de la misma manera, saber lo mismo y mucho menos hacerlo al mismo tiempo. De alguna forma, el desafío principal es superar la pretensión de homogenizar las propuestas y prácticas educativas y tomar los riesgos que implica ir hacia una escuela que integre culturas y forme desde la diversidad y con la diversidad.

Basada en sus observaciones, la doctora María Montessori, propuso que el niño tenga un patrón para su propio desarrollo contemplándolo como un ser bio psico social. De esta forma, se desarrolla plenamente cuando se le permite que este patrón interno dirija su propio crecimiento construyendo así su personalidad y su propio conocimiento del mundo a partir de ese potencial interior.  Es, a raíz de esta proposición, que el método propone una perspectiva integral que acompaña al niño en esta tarea respetando todas y cada una de sus cualidades, intereses e interacciones con su contexto. 

Enmarcados en el método, Montessori propone ambientes preparados, ordenados, estéticos en donde cada elemento promueva la interacción entre los miembros del ambiente. Los niños trabajan en edades agrupadas fomentando así la socialización, el respeto y la solidaridad. Cada miembro recibe a diario oportunidades de intercambio con el conocimiento y con sus pares sin limitaciones ni condicionantes, sólo movilizados por el interés de desarrollarse y de intercambiar experiencias en un contexto que no reconoce las individualidades como un impedimento sino como un valor agregado.

Cuándo los niños se sienten queridos, respetados y valorados por sus características personales comprenden también en el proceso que el aprendizaje y su propio bienestar mejora cuando tienen control sobre cada etapa de su desarrollo.

En un espacio Montessori no hay distinciones de género ni formatos familiares, mucho menos limitaciones respecto a los intereses personales, deseos y modo de hacer las cosas.

Cada uno es libre de desempeñarse de acuerdo a su personalidad y es así, en un marco de heterogeneidad, en donde lo diverso se complementa y se conforma como una comunidad de aprendizaje que desarrollar las potencialidades de cada uno y acompaña respetuosamente las oportunidades de mejora.

Podríamos resumir que el método propone una educación sin género ni número, ya que está centrada en la persona y el rol protagónico que ocupa en su propio desarrollo aprovechando las fortalezas y motivaciones personales como un motor de constante evolución en un marco de respeto, valores, autogestión y un profundo reconocimiento de las emociones como pilar fundamental de cada proceso.

En un ambiente Montessori el rosa y el celeste no son colores distintivos, son dos alternativas más a toda la gama de colores que pueden elegir los niños para pintar sus recorridos. Si bien parece una metáfora, es una realidad que refleja la tolerancia con la que se desarrolla cada miembro del grupo.  Sin duda, el rol del adulto es clave ya que tiene la responsabilidad de observar a cada niño sin subjetividades ni prejuicios, sólo utilizando su contemplación como herramienta clave para tener en cuenta las elecciones individuales como puente hacia una invitación grupal. Los adultos somos modelo y es clave no perder esta premisa en cada una de nuestras acciones más allá del rol docente.

Atender a la diversidad en el ámbito escolar hoy no implica solamente cuestiones que puedan estar vinculadas a rendimiento académico o a estilos de aprendizaje. El alcance de este objetivo, inherentemente incluye la necesidad de recibir a cada niño y a cada familia con la convicción de qué todos y cada uno de nosotros podemos desplegar nuestro potencial cuando estamos en un contexto que acompaña armónica y amorosamente cada etapa de desarrollo. 

En nuestra institución  creemos que la educación no debe tener género, debe tener vocación para brindar a nuestros niños un ambiente lleno de estímulos que los ayude a construirse como persona.

Valeria Sen es fundadora y directora académica del Noordwijk Montessori School.  Licenciada en Pedagogía y Guía Montessori AMI de 0 a 12 años
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